“…Lo quiero todo… Quiero lo salvaje y la ternura… Quiero hombres, verdaderos hombres, como tú, por ejemplo… Que me amen o que me utilicen, eso no tiene importancia; mi amor es más grande que eso. Quiero amar libremente, y quiero dejar que la gente a mi alrededor haga lo mismo…”, “… Sin definiciones. Ama y no preguntes demasiado. Sólo ama…” La Bruja de Portobello
Lo cierto es que ningún amor existe para ser controlado, manualmente distribuido o guardado. No pregunta si la persona amada es merecedora de él, o si es debidamente correspondido. El amor nació para entregarse a quien lo inspiro y sin ninguna limitante… Pobre de aquel que lo niegue, que clasifique y etiquete al prójimo antes de amarlo. Pobre de aquel cuyo corazón se acostumbre a almacenar y dejar podrir como agua estancada al amor… “Es más importante dar que recibir”
¿Qué sería de nosotros si el amor se diera a quien lo merezca exclusivamente? Dios es el mejor ejemplo del amor sin condicionamientos… ¿Quien dice que tú y yo merezcamos tal amor?
Sin embargo, basados en el mismo análisis, al igual que el amor, el odio tampoco mira a quien se dedicará… De igual manera se manifiesta y muchas veces con más libertad que su antónimo, porque se entrega sin temor ni clasificaciones previas…
Y siendo esto real ¿Donde queda la justicia?
¿Cuál es la justicia en la muerte por desastres naturales, o por autos bombas, o por aviones derrumbando torres, o simples mortales jugando con armas?
No hay tal cosa, no existe la llamada justicia, no en la tierra, no aquí…
Nunca se encontrarán respuestas a los desastres ni al llanto si se utiliza la justicia como base del crucigrama.
Siendo así, ¿Qué queda?
¿Cual es mi opción sino volver a levantarme mañana, mientras se me permita, y soltar las cadenas limitantes del amor que aún exista en mí?
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