Arde mi pecho con el calor
de un recuerdo inmortal.
Se eriza cada poro con la
permanente sensación de su piel.
El corazón enloquece,
como aquella primera vez.
Él es mi luna llena que sale de día,
así como mi sol que brilla de noche.
Es la terminal del tren,
que me guía hacia la
relación imperfecta de
un amor perfecto y duradero.
Es la miel de la esperanza roja,
es la amargura de un “tal vez”.
Es el tiempo que avanza inconsciente,
y el reencuentro que promete volver.
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