Ella lo perdió todo
Capítulo II
Roberto camino casualmente y se ubicó en un banco junto a ella frente a la barra, llamó al barman y pidió un trago de ron, luego como quien no da importancia al asunto volteo a ver a catarina y le dedicó una sonrisa.
-Buenas noches-saludo cordialmente.
-Buenas noches-contestó ella de manera cordial.
-Me da gusto coincidir nuevamente con usted-confesó él.
Catarina le dedicó una sonrisa modesta, tomo el trago que el barman acababa de dejar frente a ella y vio como Roberto tomaba el suyo.
Bajó del asiento y se acercó a Roberto.
-Estaba por irme, hay un lugar que quiero conocer. ¿Me acompañas?- al momento de decir esto poso su mano en la pierna de Roberto delicadamente.
Roberto puso unos billetes en la barra, tomo a Catarina de la cintura y salió con ella de aquel bar. Le abrió la puerta del carro para luego subir él mismo, cerró la puerta y vio como ella intentaba ajustar el cinturón de seguridad, le tomo la mano y con su mano libre tomó su rostro, viéndose fijamente un instante antes de besarla. Aquellos besos sabían a encuentro, sabían a descubrimiento y a la vez a conocido. Pero sobre todo a pasión. Una pasión que Roberto conocía y hacía mucho no sentía.
Ella tomó su rostro y lo alejó lentamente, le dió un beso más suave y gentil y dijo:
-¿Conoces el Serenity?
Roberto se sorprendió un poco y ella pudo verlo en su rostro.
-Sí, quiero conocerlo-respondió ella a su pregunta silenciosa.
Con una sonrisa Roberto devolvió a su mano el cinturón de seguridad y cerró el de su asiento también.
Sí conocía aquel lugar, lo había visitado alguna vez, aunque nunca fue de su gusto particular. Aquella mujer podía en verdad ser interesante.
El Serenity estaba a poco más de un kilómetro, llegaron en poco tiempo. Era un edificio muy luminoso, de fachada elegante con destellantes tonos dorados, había un letrero de luces con la palabra Serenity. Al cruzar la puerta de vidrio se escuchó la música disco y los recibió una mujer en un ajustado vestido plateado y con una amplia sonrisa, quien les ubico en una mesa pequeña redonda, bordeada por un sillón redondo y angosto, donde Roberto y Catarina se sentaron.
Frente a ellos estaba el show principal, una mujer bailando en un tubo, con apenas dos prendas muy pequeñas en su cuerpo.
Roberto vió como la hermosa mujer que tenía a su lado observaba todo meticulosamente. En su rostro vio algo que no había visto pero ¿qué era? ¿molestia?
Se acercó una camarera y él pidió dos tragos de tequila.
Con el rostro transformado Catarina se acercó a él y preguntó:
-¿Ya habías venido?
-Sí
Ella sonrió y tomó el tequila que la camarera acababa de dejar en su mesa.
-Traiga otro-pidió.
Cuando la camarera se marchó, Catarina se acercó a Roberto y preguntó:
-¿Aquello es permitido? – señalando una oscura pero cercana esquina del lugar.
Roberto vió como una mujer completamente desnuda gemía mientras un hombre semidesnudo la apretaba contra la pared.
-Podemos probar- sugirió él divertido.
-Probemos- dijo Catarina.
Lo besó y sintió como la mano de él subía su vestido lentamente hasta llegar a su sexo, otra vez, desnudo y húmedo. Él se retiró un momento del beso de ella y la miró fijamente, ella vio el deseo en su mirada y lo besó con mayor pasión que antes.
Ella jadeó un poco y en ese momento Roberto se percató que un hombre alto que vestía una camisa negra con la palabra “seguridad” grabada se acercaba a ellos.
-Parece que no es permitido- comentó suavemente mientras se alejaba de Catarina, bajaba nuevamente su vestido y buscaba su billetera.
-Vamos a otro lugar- dijo después de dejar unos billetes, la tomó por la cintura y la besó suavemente, aquel beso fue distinto, sugería que no quería soltarla.
Sostuvo su mano y la llevó fuera del lugar para entrar a su auto.
Catarina se acercó y quiso aflojar el cinturón al pantalón de Roberto, él la besó y acarició sus piernas pero apartó sus manos y dijo muy serio:
-Espera un poco ¿si?
Ante su seriedad ella accedió y se acomodo en su asiento y cerró su cinturón de seguridad.
Hubo completo silencio durante el corto viaje. Unos minutos después entraron a una cabina, Catarina agradeció la discreción.
Roberto insistió en abrir la puerta a Catarina, en cuanto estuvo fuera del auto y la puerta de este estuvo cerrada, sostuvo a Catarina contra el vehículo y ella lo beso, soltó el botón de su pantalón y aflojo su camisa apretando su espalda y aferrándose a su piel excitada.
Él se alejó visiblemente agitado, volvió a tomarla de la mano y entraron en una habitación amplia, de un intenso color blanco, con un pequeño minibar, una cama grande en el centro con una pequeña mesa de madera a un costado y un puerta que conducía al baño.
Catarina observaba esto cuando sintió como Roberto besaba su cuello, y bajaba el zipper de su vestido, la volteaba por la cintura para quedar frente a ella y bajar su vestido, Catarina noto como Roberto admiraba su cuerpo por un instante antes de tomar su rostro y besarla mientras desprendía su sostén. La recostó suavemente en la cama ella le quitó la camisa y el pantalón, sintió su piel tibia y se sorprendió fascinada con la pasión de aquel hombre. Sintió como poco a poco se perdía en el deseo y el calor de aquel encuentro.
Roberto besó cada parte del cuerpo de Catarina, y se encontró deseando a aquella mujer especialmente hermosa con un sentimiento que no sentía hace tiempo.
Catarina le hizo el amor a Roberto y Roberto le hizo el amor a Catarina. Sin saber su nombre, sin conocer apenas aquel rostro, desearon y amaron aquellos cuerpos con una insensata pasión.
Luego de algunas horas, ambos descansaron el uno al lado del otro. Catarina observó un instante a Roberto y sin mediar palabra Catarina comenzó a vestirse.
Roberto la imito pero se sorprendió cuando la vio lista para abrir la puerta.
-Espera, te llevo.
Ella se acercó, le dirigió una sonrisa gentil y lo besó suavemente.
-No es necesario. La pasé muy bien. – Y se fue.
Roberto se quedó sentado en la cama, con muchas dudas.
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