Capítulo I
Aquella noche en Atico’s Bar habitaba una calma bohemia. El bar menos visitado en la ciudad guardaba una tranquilidad rockera que Roberto disfrutaba más que cualquier lugar.
Aquella noche sonaban los éxitos de Bunbury, por tanto no hacía falta nada en el aire, más que un trago de ron que ya sostenía en su mano derecha.
Había sido un largo día, y agradeció que hubiera acabado.
En eso pensaba cuando se acercó a la barra junto a él aquella mujer.
Cabello ondulado, piel clara, silueta delgada apenas, con una presencia difícil de ignorar, a pesar de haberse sentado a dos bancos de él.
Roberto observo como ella pidió un tequila, se quitó el abrigo y cruzó las piernas, mientras sacaba algo de su billetera.
La música cambió, “La chispa adecuada” le llenó de una vibra sin la cual no habría hecho aquello que estaba a punto de hacer.
Roberto: ¡Me permite invitarle a este trago?
Catarina lo observó con sorpresa primero, y Roberto pudo leer en su rostro, casi como en un libro, el brillo de gusto de ella cuando lo observo de cerca. De inmediato se dio cuenta de que se acercó a una peligrosa trampa.
-Catarina: Solo si está dispuesto a invitar todos los que siguen.
A Roberto lo inundó una excitación injustificada y deliciosa.
-Roberto: eso no será un problema.- respondió con mayor gusto del que debió demostrar.
Catarina lo vio sentarse junto a ella, tan cerca como ella deseaba.
Roberto: vengo con frecuencia y es la primera vez que la veo.
Catarina: Es la primera vez que vengo en mucho tiempo. – esto lo dijo casi respondiendo a ella misma, como si lo pensara en vez de pronunciarlo.
Luego de dos minutos, Roberto sintió que perdía su atención en el silencio, cuando la vió levantarse.
Pídeme otro trago por favor, no tardo- pidió ella y se acercó peligrosamente a él, sus rostros quedaron tan cerca y sus miradas tan fijas, que Roberto tuvo el impulso de tomarla por la cintura, pero antes de articular un movimiento ella se alejó.
Roberto estaba más que interesado, pidió al barman otro tequila y otro trago de ron. El segundo lo tomo casi sin respirar.
Catarina volvió pocos minutos después, tomó el tequila de un sorbo, se acercó a él aún de pie, tomo su rostro suavemente y lo beso, tan intensamente que tuvo que tomar aire cuando separó sus rostros. Se acercó a su costado y le habló al oído:
-¿No traigo ropa interior, me acompañas?
Roberto tomó aquella mujer de la cintura y la acercó a su cuerpo para besarla sin mesura. Le separó un momento, dejó algunos billetes en el bar, la tomó de la mano y salieron de aquel bar.
El estacionamiento estaba muy oscuro, y había neblina intensa, pero en el vehículo de Roberto no llegaba frío. Probó lentamente la piel blanca y sonrojada de aquella mujer apasionada, quien sin ningún pudor le quitó la ropa, llevó las manos de él a su sexo desnudo, como ella le había advertido, y se humedecio lentamente con cada caricia de él, mientras él perdía la noción del presente en la excitante humedad de aquella mujer a la que deseaba salvajemente y así la hizo suya, entre gemidos y besos anónimos, en aquel estacionamiento a oscuras.
Al saciar aquella pasión, y sin mediar palabra alguna, ella tomó algún respiro, se vistió sin prisa y salió de su vehículo. Él la vio marcharse sin curiosidad, pero alcanzo a ver que ella entraba en un pequeño auto no muy lejos del suyo.
Aquella mañana sabía a novedad. Roberto de levantó, puso el café, y se metió a la ducha.
Miraba las noticias mañaneras con un café y unos huevos fritos, cuando recibió la llamada de Rubén.
-¿Quieres que pase por ti?
-No, nos vemos en la oficina- respondió Roberto viendo la hora.
Colgó la llamada, se apresuró a terminar el desayuno y se marchó. Tenían una presentación a primera hora, el proyecto del desarrollo inmobiliario más grande en los últimos diez años había aterrizado en su empresa y él había sido seleccionado para desarrollar la campaña publicitaria.
Aquello era una oportunidad inigualable para su empresa, que aunque ya contaba con grandes cuentas de marcas reconocidas, sería la primera del mercado de bienes raíces que desarrollarían lo que les abriría un nuevo mercado.
Pero Roberto no estaba preocupado por la presentación, es bueno en lo que hace y lo sabe.
Dos horas más tarde, Esteban Valverde, el representante de la empresa a quien le presentaron la propuesta, estrechaba manos con Roberto y Rubén.
-No esperaba menos de usted Roberto, la propuesta se ajusta muy bien a lo que queremos presentar a esta ciudad con nuestra presencia. Permítanme invitarles a ambos a una cena de presentación que realizaremos con el alcalde y otros representantes del sector, será este viernes, les haré llegar la invitación.
-Será un gusto- respondieron Roberto y Rubén al unísono.
Unas horas después Rubén y Roberto celebraban en uno de sus almuerzos en “El Filete”, donde se acercaban a buscar las mejores carnes.
-Te notas más feliz que ayer – sugirió Rubén, quien conocía a su hermano mejor de lo que que él mismo se conocía.
-No es para menos Rubén, este ha sido el mejor contrato que hemos cerrado en mucho tiempo.
-No, pero no es por eso, estás más relajado.
-Es tu imaginación. ¿Has hablado con Camila?
-Si, no quiere verme.- Dijo Rubén resignado.
-Debes darle tiempo.
-Lo sé Roberto- respondió mientras tomaba un sorbo de su bebida. A su memoria llegaron recuerdos dolorosos. Camila llegando a aquel bar donde conoció a Sofía. Un dolor punzante con sabor a remordimiento le arrebató el apetito, pero continuó comiendo para no preocupar a su hermano ni llevar su dolor a aquella celebración.
Aquella noche Roberto se tentó a pasar de largo por Atico’s bar, pero le ganó un sentimiento que no reconoció, de todos modos mientras lo descifraba estacionó su Yaris azul en el mismo lugar de la noche anterior en aquel estacionamiento oscuro.
Cuando entro sonaba música en vivo, reconoció “La costa del silencio” de inmediato.
Cruzó la mueblería de madera y se acercó al bar, a unos metros identificó a la mujer de cabellera ondulada y piel clara, sus miradas se encontraron de inmediato…
Deja un comentario