Escribo sobre blancas nubes,
con la eterna tinta de oro
que baña la pluma robada
al fenix que gobierna mi alma.
Desde mi terraza dorada observo
el mar de plata donde
navegan soldados de bronce
en navíos escarlata.
Transportan una verdad
que los reyes ocultan del sol,
palabras escritas en sangre,
narradas por labios sin nombre.
Llegan a la isla con cimientos de cristal,
donde florecen girasoles multicolores,
y las margaritas se cierran a la luna
sólo para sonreir al sol.
Donde crecen rosas inmensas
que servirán de trono al conquistador,
y hermosas guirnaldas caen de las estrellas,
para colarse entre la copa de cualquier árbol.
Y en el centro danzan al viento
palmeras que guardan el secreto
de pergaminos enterrados en cofres
que transportan soldados bañados en bronce.
Los siglos guardarán en sus entrañas,
los secretos pecaminosos,
de quienes ocultan de sí mismos
su verdad, su razón y su vida exiliada.
Pero nadie devuelve al alma su esencia,
nadie desandara el camino errado,
de quien vende sus respiros a la cortesana
servicial de elegantes mentiras disfrazadas.
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