El camino se cierra a mis espaldas,
los escalones se desmoronan
como las pequeñas piezas que fuimos,
quedando nada y el pasado.
La rosa se marchita y muere
hasta la última de sus espinas,
el bien y el mal que pudo haber sido
termina en el quizás que nunca avanzo.
Y la mujer que te amó termina su agonía,
después de derramar en su letal hemorragia
hasta la última gota de esfuerzo entre lágrimas,
herida por el puñal de tu elección.
La guerrera que enfrentó a la vida por amor
se termino viendo sola en una guerra de dos,
no hubo escudo ni fuerza que la protegiera
del último de tus abandonos.
No fue ningún golpe inesperado ni obstáculo
insuperable lo que la derribó, no fue más que tu orgullo
insensible y tu frialdad de botar todo lo conquistado
lo que la desangró lentamente hasta morir.
Se levanta pausadamente de las cenizas una mujer
de piel distinta, con una batalla diferente,
que marca en cada paso la muerte
de aquella que quiso amarte hasta el final.
Y si otro momento les busca, la amante ya no estará,
porque otro encuentro terminará como siempre en otro adiós,
porque la voluntad que te llamaba pagó su esfuerzo
con la pena de muerte a manos de su único verdugo, tu.
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