Tomó el primer trago de tequila y pidió otro al mesero, acto seguido, dio una rutinaria mirada al rededor, no sabía que buscaba, solo miraba. Poso la vista en la barra, mientras esperaba su orden, cuando la sorpresa la palideció.
No podía ser posible, pero lo era. A menos de tres metros de ella reconoció un perfil inolvidable, que al voltear le mostró aquel rostro inesperado. Se apoyaba en la barra, sentado en un banco, tomando una cerveza, sosteniendo el vaso de vidrio con sus largos dedos, con sus fuertes y morenas manos. Era él.
Apartó la vista nerviosamente, sintiendo su corazón alterado palpitar frenético, y viendo sus manos temblar, ¿cómo podía provocarle aún aquella reacción?
-Aquí tiene señorita- la sorprendió el mesero. Y tras él sintió la mirada del hombre en la barra.
El mesero se retiró y ella encontró su mirada. Ya no sorprendido, como admirado, él encontró en aquella mirada mil recuerdos y un sentir, ella sostuvo la mirada, viendo en él la ternura, la alegría. Y así se quedaron, un instante eterno.
Ella bajó la mirada, ya sonrojada, nerviosa, pero se atrevió a verle nuevamente, y ésta vez le sonrió, una sonrisa que le pudo haber invitado a acercarse, a sentarse junto a ella, a llevarle a su casa e incluso a hacerle el amor, le sonrió. Él devolvió la sonrisa, y camino.
-¿Te puedo acompañar?
-Claro- contestó ella y señaló el espacio frente a ella.
Llamo al mesero, pidió otra cerveza para él, y viendo el pequeño vaso vacío, sonrió antes de pedir un tequila para ella. La conocía muy bien, ella sonrió.
-Hace mucho tiempo.
-Demasiado.
Él la miró, y con aquella pequeña mesa redonda como separador, ella también lo miró, durante minutos que pudieron haber sido horas, reconociendo aquella mirada, antes amada, luego añorada, ahora encontrada. Se miraron, viviendo un sentimiento indescriptible, que llena, que recorre la piel y de alguna forma quema el pecho, aquella mirada hablaba de cariños y alegrías palpitantes, excitantes.
Llego el mesero, y bebieron,
-Te he extrañado.
-También te he extrañado, cada día.
Ella dirigió su mano a su rostro, lo acarició suavemente, atravesando una barrera, sintiendo su piel. El tomo la mano en su rostro y la apretó contra su mejilla, no queriendo dejarla ir. Sostuvo su mano entrelazando sus dedos, deseando que fueran sus cuerpos.
-¿Bailamos?- la invito
-Vamos.
Sin soltar sus manos, llegaron a la pequeña pista, el tomando su cintura, presionandola contra sí, ella tomando su hombro, y su mano. Se movieron al agitado ritmo de la música contemporánea al principio. El siguiendo los movimientos de sus caderas con su mano y su mirada, ella aferrándose a su hombro, su cuello, su mano, nunca soltando ni su cuerpo, ni su mirada.
Sintió como el calor llegaba, como el baile guiaba a los cuerpos, como el tacto de los dedos en su espalda, atravesaba su suave vestido y le quemaba la piel, y sabía que él también lo sentía. Sintió como después de cada vuelta en la salsa, la apretaba más contra sí mismo, como la energía cuando sus rostros se acercaban crecía, como cada mirada era más significativa, como los labios se acercaban sin tocarse, retandose mutuamente, sin atreverse a llegar.
Entonces el ambiente en el bar cambio, y sonó la canción esperada por ambas almas. Acercaron sus cuerpo, uno frente al otro, tan juntos, que sentían el palpitar agitado del otro. Y se entregaron a la suave melodía de “Unchained melody”. Una mejilla contra la otra, un paso después de otro, sus manos en la cintura de ella, ella aferrada a su cuello. “I need your love” susurro a su oído, en el momento antes de que sus rostros se encontrarán, sintiendo su cercanía, se miraron un instante mientras danzaban en el amor, un momento ella miró sus labios y los dejó acercarse, y sintió la humedad delicada de los labios de él acariciando los suyos, y luego la pasión de la fuerza del beso que entró por su boca y llegó a su alma. Los labios se consumieron y los cuerpos juntos sintieron que su alma era una, y aquel momento lo era todo.
Y en aquel reencuentro sus almas se hicieron el amor.
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