La noche se deja seducir suavemente
cediendo a la pasión desmedida,
los cuerpos olvidan el tiempo mientras
las almas se conjugan en el momento.
La luna les acaricia bendiciendo en luz
el encuentro de los amantes, se roban
el aliento y arrebatan al espacio
ese lugar que existe solo para ellos.
Un beso lleva a esa caricia que
congela los minutos convirtiendolos
en placer mientras el ritmo aumenta
y los latidos resuenan en la habitación.
El sudor derrite la fría noche y cobija dulcemente
al deseo, ya no hay cuerpos ni cama,
solo la piel en sábanas blancas fusionada
con el lecho en una sola escena.
Cuando el amor danza con la pasión
la locura se hospeda en los cuerpos,
y así descansa en el éxtasis la realidad,
así sucumbe la tormenta ante el fuego.
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