Inocente el olvido susurra un “por qué”
ante el escenario en ruinas,
una brisa le cierra los labios
y lo mece en su cuna de sombras.
La niña que no tuvo control
y provocó las llamas del fin,
hoy sana sus heridas mientras camina,
pues su castigo es el de la propia vida.
El dolor que dejó un río detrás,
seca sus vestiduras y cambia sus
sabanas, el sueño inconsciente y el tiempo
son siempre el anestésico fiel.
La conciencia que gobierna al fin
arrastra lentamente los restos
victoriosos y renacidos del desastre,
un porvenir que gatea y crece.
El amor desde su banco en aquel parque
ve a la peculiar procesión por primera vez
cambiar de rumbo, cuestiona su propio futuro
pero guarda un respetuoso silencio.
Comments (2)
La tristeza de la desolación, el precio que ha de pagar la niña es alto pues ha tener ante sus ojos la pena y los remordimientos.
Precioso blog.
Besitos.
Tu versar tiene un sentido especial, diferente, que nos hace poner los 5 sentidos en cada línea y aún así, sentirnos embargados