No fui luna, tu no fuiste sol,
y nuestra estrella se apagó,
nuestras hermosas palabras
murieron con su luz.
Las semillas regadas con tanto amor
florecieron magníficas un nuestro jardín,
solo para morir con las tormentas,
azotadas por la vida ingrata.
Y el niño de hermoso mirar que sentado
en aquella banca espera fielmente,
no tendrá respuesta, quizá muera
de abandono y hambruna.
Después de haber sido todo,
hoy no somos nada, y el adiós
me penetra cual fría espada
de filo indestructible.
Mi alma, cual hermosa pieza de cristal
golpeada y quebrada, nunca vuelve a ser
la misma, porque el corto camino del amor
abre el umbral del eterno y amargo olvido.
Mis versos serán sólo versos,
como millones que han sido escritos
por siglos a amores ya extintos, apenas
una gota en el inmenso mar.
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