Recostada sobre rocas
duras como tu alma,
respiro la hiel de una mentira,
abrazando el hielo de la verdad.
Me alimento de espinas,
esas que crecen en tu jardín,
bebo el veneno con que rocias
las rosas que te he sembrado.
Veo tu silencio pasar a hurtadillas,
acompañado de unas cuantas mentiras,
una rosa se marchita
mientras el sol se oculta.
Contemplo el funeral de otra caricia,
esa que nunca llegará a tu piel,
y la noche que te llamaba, hoy guarda
un silencio respetuoso al dolor.
Escribo las palabras que serán
el llanto de mi alma quebrada,
palabras que morirán al viento,
secas como las lágrimas del cuerpo.
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